Vuelvo a lo que comentaba hace unas semanas, porque sigue en mí. Una de las peores sensaciones del mundo, para mí, es sentirse despreciado y rechazado. Como siempre me gusta aclarar, los sentimientos son nuestra responsabilidad. Que alguien te desprecie o te rechace no tiene porqué implicar que tú te sientas despreciado. Si tú tienes una auto-estima sólida, no te sentirás así, pensarás: “Es tu problema no valorarme, no el mío. Adiós”.
Mis recuerdos de infancia son sumamente vagos. Pero estoy convencida de que ese sentimiento afloró en mí de niña, aunque no recuerdo ni tan sólo un caso en concreto. Sí que recuerdo esa sensación de “sentirme fuera de lugar”, pero debía ser causa de un primer sentimiento de rechazo. Supongo que es el miedo al desprecio el que provoca la timidez y el que hace que no te muestres tal y como eres. Toda esa serie de comportamientos adquiridos en la infancia, se van repitiendo mientras crecemos, y los seguimos teniendo como adultos. Pero si los detectamos, los podemos modificar. Aunque no sea fácil.
Lo confieso. Llevo más de un año y medio enfrentándome a ese sentimiento de desprecio y rechazo, y no soy capaz de sobrellevarlo. Mi solución siempre ha sido evitar las situaciones que me hacen sentir así. Pero no creo que sea la correcta, porque esto tan sólo es huir del problema, no solventarlo. Y hay que encararlo para que deje de existir. Sin miedo.
Normalmente vivía situaciones concretas de miedo al rechazo de las que directamente huía y ya está. El tema es que en estos últimos meses muchas de esas situaciones han sido causadas por una amiga o, haciendo mejor uso del vocabulario, la actitud de mi amiga y/o mi percepción de esa actitud han sido el interruptor que ha activado en mí una vez tras otra esa sensación de ser rechazada. Y es horrible. Tremendamente dolorosa. Y te deja con una completa sensación de impotencia y desesperación, porque te planteas: ¿Qué hago mal? ¿Por qué a mi no me trata como a aquél? ¿Qué tengo de malo para que alguien no quiera compartir más tiempo conmigo? ¿Qué puedo cambiar? ¿Qué puedo hacer para que me acepte, me respete y me trate como yo creo merecer ser tratada?... Éstas e infinidad de preguntas torturadoras más aparecen en mi mente cada dos por tres.
Preguntas de las que ya sé la respuesta: No tienes que cambiar nada. Eres perfecta tal y como eres. Deja ir. No esperes que nadie actúe de manera determinada, ni que nadie cambie. Deja ir. Fluye. No trates de controlar la situación. No te resistas. Acepta las cosas tal y como son. No juzgues… Haciendo todo esto no hay dolor, no hay tortura, no hay sufrimiento.
Pero mi mente mantiene una lucha interna. Como aquella que aparece en los cómics, donde aparece a un lado un ángel y al otro un demonio. Y así estamos. Intentando no hacer demasiado caso al demonio cuando aparece. Leyendo y aprendiendo la lección que conlleva esta relación.
Como muy bien dice la cita de la fotografía "Algunas personas llegan a tu vida como una bendición, y otras como una lección". Esta claro que esto es una lección de aquellas complicadas, y tenemos que estar agradecidos de que estas lecciones lleguen a tu vida y puedas aprender de ellas. No hay evolución ni aprendizaje sin contraste. Así que lo que toca en este momento es seguir aprendiendo: a quererme y aceptarme más, a mostrarme tal y como soy sin miedos, y a dejar ir y aceptar las situaciones tal y como son. “Resistance is persistance”, así que a aceptar y a fluir y evolucionar.
En el fondo, creo que todas las personas que llegan a tu vida son una bendición, un regalo, porque, aunque te hagan o te hayan hecho daño, te ofrecen la oportunidad de sanar ciertos aspectos de ti, actúan como reflejo y te enseñan a quererte, valorarte, y a crear barreras saludables. Así que les daremos las gracias por ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario