martes, 15 de enero de 2019

Amar es cuidar

Hoy es uno de esas mañanas en la oficina en las que tengo tiempo libre y lo paso mirando Facebook a ratos. Me aparecen artículos que hablan sobre el amor, las relaciones, los beneficios de dormir junto a la persona que amas... Vamos! Como si fuera un imán. Atrayendo temas que ocupan mis pensamientos y corroborando lo que yo pienso o siento.

Uno de ellos hablaba sobre la importancia de sentirse querido:

"Saber que te quieren es una de las mejores sensaciones que se pueden tener. Es reconfortante. Energizante, diría. Que quieren verte y hablar contigo, que se interesan por cómo estás, que tienen un interés sincero basado en el aprecio verdadero. Eso es maravilloso.

Unas veces, cuando parece que ya nada puede ir peor, llega esa PERSONA y te rescata con una llamada, una caricia o una mirada. En otras ocasiones basta para mantenerte a flote un mensaje rápido o un saludo afectivo que recuerda que eres querido.

Saber que estamos presentes en la mente de alguien, que se preocupan por nosotros y que somos capaces de despertar emociones y sentimientos en alguien es nuestro mejor flotador, un salvavidas que nos saca, sin duda, nuestra mejor sonrisa.
"

Estoy totalmente de acuerdo con estas líneas. Sentirse querido es fascinante. Es una de las mejores sensaciones de la vida. Sin ninguna duda. El artículo seguía así:

"Necesitamos relacionarnos y alimentar nuestras raíces para seguir creciendo y que de nuestras ramas broten lindas hojas que simbolizan el amor, la salud y la prosperidad. Para nuestra autoestima y nuestro equilibrio anímico es fundamental tener referencias, pilares en los que podamos apoyarnos en un mal momento o ponernos el traje de gala para bailar sin paraguas bajo la lluvia de la alegría.

Que nos quieran incluso cuando hemos cometido un error, que nos parezca increíble que se dejen a un lado las tinieblas, que conozcan nuestra versión más imperfecta y nos mantengan a su lado, que nos guarden, que nos cuiden, que nos den un suspiro.

Porque la construcción de una relación enriquecedora y cálida depende en gran parte de que las alas de los demás quieran volar a nuestro lado y mimar la complicidad de un amor puro y sincero que no conoce los egoísmos.
"

Suscribo cada una de estas palabras. Me parecen preciosas.

Este artículo estaba enlazado con otro totalmente relacionado que lleva por título "Amar es cuidar: así de simple, así de profundo". De este artículo me conmueve lo siguiente, y también lo suscribo por completo:

"Amar es cuidar. Es simple, no hay amor que se base en el descuido. De hecho, no hay nada que caracterice más el pensamiento de una enamorado que el de cuidar a su pareja. Hacerlo significa mantener los pequeños detalles, valorar a quien tenemos al lado y hacerle sentir especial, escuchado y amado.

Puede parecernos muy obvio, pero la realidad es que lo primero que solemos abandonar es precisamente eso: el cuidado. Conocemos a la perfección la teoría, sabemos que hay que conquistar cada día o que debemos mantener la atención sobre nuestra pareja o la persona a la que queremos.

Sin embargo a la hora de llevar a la práctica esta costumbre del cuidado diario solemos pecar de desinterés y acabamos por dañar nuestra relación con actitudes de indiferencia o de procrastinación, es decir, de postergación de los pequeños detalles.

Amar es cuidar y regar el amor todos los días, para que este no se marchite y no termine muriendo a causa de la pereza y la postergación de detalles. El amor durará tanto como lo cuides y lo cuidarás tanto como lo quieras.
"

Hace unas meses una amiga me hizo un regalo y, posteriormente me dijo que si no lo cuidaba como era debido, se lo devolviera. Con el paso del tiempo pensé: ¿Debo cuidar esto en lugar de cuidar mi relación con esta persona? ¿Es para ella más importante que cuide un objeto, símbolo de nuestra amistad, que nuestra amistad en sí? No tenía ningún sentido.

¿Por qué no dedicarnos a cuidar la relación en lugar del objeto? ¿No es más importante? Creo que sí. Así que lancé el objeto y me propuse cuidar la amistad. Pero... ¡ay, amigos! Cuidar una relación no es cosa de uno... es cosa de dos! Claro, cuidar un objeto sí es algo individual... Pero una relación... ahí entran en juego dos personas que deben mostrar el mismo interés por cuidar lo que tienen.

El artículo seguía diciendo:

"Si no nos empeñamos en cuidar nuestras relaciones nos arriesgamos a que se pierda la ilusión y las ganas de mantener un afecto o un vínculo que, suponemos, nos hace felices. Pensamos que nuestra pareja o nuestros amigos tienen la obligación de esperarnos, de aguantarnos o de comprendernos ante todo.

Pero la verdad es que podemos tolerar todo excepto que nuestras necesidades sean ignoradas. Con esta idea acabamos sometiendo y sometiéndonos, creando o alimentando círculos viciosos insanos que deterioran los sentimientos que debían haber sido cuidados."

Al final te das cuenta que lo pequeño siempre es más importante. Las conversaciones a las tres de la mañana, las sonrisas espontáneas, las fotos desastrosas que te hacen reír a carcajadas, los poemas de diez palabras que te sacan una lágrima. Una llamada inesperada, un café compartido, la necesidad de compartir aquello que te preocupa o de preocuparte por cómo le ha ido su día a la otra persona… Eso es lo que verdaderamente vale la pena; las cosas diminutas que causan emociones gigantescas.

Solemos excusarnos en el poco tiempo que tenemos, pero lo cierto es que lo que deteriora muchas veces nuestras relaciones es la inercia, los hábitos y la costumbre; es decir, la rutina. Así, lo que a priori no tendría por qué ser negativo si lo manejamos adecuadamente, acaba siendo destructor.

¿Cómo dejamos de cuidar a quienes queremos? No alimentando las sonrisas diarias, tapándonos los ojos y dejando de percibir la reciprocidad. Esto acaba menoscabando la luz que el amor aportaba a nuestra vida y todo se vuelve mucho más superficial. Así nos olvidamos de que amar es cuidar.

Entonces se apaga lo que alimentaba “lo especial”, dejamos de sentirnos amados y parte de nuestra relación comienza a fracasar. Así, la ausencia de muestras de interés y de gratitud acaban generando dudas en una pareja y la unión se vuelve desunión.

No hay receta universal para proteger nuestro amor, pero sí que podemos poner nuestro empeño en que al menos la dejadez no sea lo que lo deteriore. Porque no hay amores que sean en sí mismos eternos, amar es cuidar y eso es lo que tenemos que hacer.

Así, los pilares fundamentales de una relación duradera son: la admiración, la concepción de la pareja como un equipo, el conocimiento profundo del otro, el aprendizaje ante las dificultades y la búsqueda conjunta de soluciones para los problemas y la puesta en común de los desencuentros y encuentros.

Se trata, por tanto, de trabajar la capacidad de comprendernos, aceptarnos y cuidarnos. Por que al fin y al cabo amar es cuidar, algo simple y profundo a la vez.
"

Aplauso absoluto. AMAR es CUIDAR.

Hoy me han dicho que una pareja que hace años que conozco se acaba de separar. Parecían la  pareja ideal. Cada uno tenía sus aficiones. Se respetaban sus espacios. Él se iba un fin de semana a esquiar sin problema. Ella se iba al teatro cuando le apetecía sola. Pero llegó un momento en el que de tanto "buscar sus espacios propios" perdieron su espacio en común. Tras más de 20 años de relación, la que parecía pareja idílica se rompe porque hace años se dejaron de cuidar sin incluso darse cuenta.

Evidentemente, tampoco es óptima una relación centrada tan sólo en espacio comunes, donde no hay lugar para los "espacios propios". Pero se trata de encontrar el equilibrio y, básicamente, de cuidarse mútuamente. Eso es lo más importante.

Cuidar no implica perderse, ni implica estar atado a alguien. Cuidar implica disfrutar haciendo feliz a la otra persona. Cuidar significa estar. Cuidar significa interesarse por cómo está el otro. Cuidar no es ni debe ser un sacrificio. Pero, lo más importante, cuidar a alguien no implica descuidarse a uno mismo. Todo lo contrario, para cuidar a alguien es imprescindible saber cuidarse. Y, a partir de aquí, cuidar y ser cuidada de manera equilibrada.

Así pues, os invito a reflexionar sobre cómo cuidáis vuestras relaciones y sobre si os sentís cuidados por vuestras parejas y amigos. Y, una vez hecha esta reflexión, podáis hablar sobre ello con las personas en cuestión.

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