Nuevamente, me encuentro en un momento de mi vida en el que no acepto una situación. No acepto que la persona a la que amo me haya dejado ir y que no venga a buscarme. No acepto que proclame a los cuatro vientos que no me ama y que tan sólo "me echa de menos porque ha perdido a su mejor amiga".
No acepto que "reduzca" dos años de relación que para mí han estado plagados de momentos maravillosos, de inolvidables gestos de amor, de pasión, de intimidad y de complicidad a un "no te enteras, no éramos pareja, éramos amigas" o, peor aún "no entiendo cómo has podido considerar que nuestra relación era de pareja, sí que te quieres poco". En fin, palabras-puñales que le encanta utilizar y, que en el fondo, no son sólo para mí, son también para ella.
Es cierto que en estos dos años me he sentido sola en muchos momentos, que siempre he tenido la sensación de "no está al 100% conmigo", que siempre he notado cómo marcaba ciertas distancias y no se dejaba ir del todo. Pero, cuando "estaba presente", era la relación perfecta. Ésa con la que siempre había soñado. Ella me ha hecho descubrir que mis sueños podían convertirse en realidad, e incluso que la realidad podía ser más maravillosa de lo que nunca pude llegar a imaginar.
Normalmente escuchas hablar sobre situaciones o lees artículos sobre las relaciones de pareja que cuentan que las personas dicen cosas bonitas pero luego no las demuestran. Que los "te quiero" son muy fáciles de decir, que muchas personas tienen la habilidad de regalarte los oídos, pero luego nunca están para lo que necesitas.
En mi caso era justo al contrario. Había gestos indudables de conexión, de implicación, de "amor", mezclados, eso sí, con signos de evitación y de rechazo. Y al verbalizarle mis dudas sobre nuestra relación, al preguntarle si realmente quería estar al 100% junto a mi o no, me decía siempre que no me quería, que ella ya estaba bien así, viéndonos cuando tenía tiempo libre pero sin implicarse más allá en la relación, sin planes de una vida futura en común.
No había palabras bonitas de ella hacia mí. Había gestos bonitos, muy bonitos... y distancia para que no pensara que los "gestos bonitos" tenían un significado que ella no quería que tuvieran. Había implicación cuando tenía que haberla y compromiso en los momentos que debía de haberlo, pero no había palabras bonitas. Su respuesta a mis "te amo" susurrados entre abrazos era siempre el silencio.
Es extraño... No sé si os habéis encontrado alguna vez en esta situación.
Han sido dos años de relación. Y todo el tiempo ha sido igual. Yo he ido "aguantando" porque estaba (y de alguna manera estoy) convencida de que realmente me amaba pero no era capaz de expresarlo. Yo iba esperando semana tras semana los días en que nos íbamos a ver, porque me encantaba compartir horas con ella, fuera hablando, cenando, con amig@s, tumbadas en el sofá o durmiendo abrazadas. Me sentía plena. Aunque a veces notara su distancia, trataba de ignorarla.
Yo siempre trataba de entenderla: tiene dos hijas, nunca ha tenido una relación con otra mujer hasta que me conoció a mi, su familia es muy tradicional, necesita tiempo para ella y su gente, sus relaciones anteriores no han sido tan intensas y está desubicada... Siempre encontraba explicaciones para su "distancia".
Pero incluso mi "comprensión" era incomprensible para ella. Me "echaba en cara" que se lo ponía todo "demasiado fácil", que siempre estaba de buen humor, siempre tenía ganas de hacer cosas con ella y le contagiaba de alguna manera mi entusiasmo, siempre estaba disponible para ella... Todo lo que cualquier pareja consideraría como "bueno", ella lo consideraba como "malo".
No lo entendía. Y sigo sin entenderlo. Pero hay cosas que no se tienen por qué entender. Supongo que esta es la clave del éxito en la vida y en las relaciones. La aceptación y la auto-determinación. No puedes cambiar a nadie. Sólo puedes cambiarte a ti.
No es sano ser la persona que siempre "tira del carro" en una relación. No es sano no recibir de la misma manera que das. No es sano aceptar el rechazo. No es sano que no te digan palabras bonitas. Llegó el turno de pensar en mi y no en ella. Llegó el turno de rendirse. No podía más.
- ¿Quieres estar conmigo al 100%? ¿Me quieres en tu vida? ¿Puedes decirme que quieres seguir junto a mí pero que, ahora mismo, la situación es la que es y tenemos que aceptarla y vivirla juntas, con el mismo propósito en común, siendo parte del mismo equipo?
- No. Sólo te puedo seguir dando este porcentaje de mi vida. Quiero seguir siendo tu amiga íntima, nada más. Tal y como estamos es perfecto para mí. No te amo. Si te amara, ya estaríamos viviendo juntas.
[Sí.... puñaladas de esas que se clavan en lo más profundo del alma... Dolorosas hasta no poder más. Aunque sus palabras no me las creí, y no me las creo. No se puede "no amar" a nadie. Es imposible. Pero nada, ella necesitaba expresar así su caos mental. Necesitaba que yo dijera 'basta', y lo hice.]
- De acuerdo. Pues yo así no soy feliz. Se acabó. No hay más. No podemos seguir viéndonos más. Adiós. Te quiero, pero necesito que tú me quieras también. No puedo querer sólo yo. El amor es cosa de dos.
- (Silencio absoluto, abrazos intensos)...
Fue el fin. Después de dos años trabajando juntas con una complicidad especial, y después de dos años más de relación maravillosa y dolorosa a la vez. Todo acabó así. Y no lo acepto. No acepto que esto sea el fin. Así sin más. Sin ningún tipo de acercamiento por su parte. Me ha dejado ir. Sin más. No lo acepto.
Y ese es el problema de nuestro sufrimiento. La NO aceptación. Tenemos que aprender a aceptar las cosas. Aceptar las cosas que no podemos controlar nos eliminaría mucho dolor emocional. De hecho, el dolor emocional procede de la no aceptación. Si aceptamos, no sufrimos, simplemente vivimos y confiamos.
Es curioso como desde fuera todo se ve sumamente claro. Sin ir más lejos, yo soy la primera que da consejos a las personas que quiero insistiéndoles en que deben de aceptar las cosas que vienen sin más, porque todo lo que nos pasa lleva un mensaje escondido que es beneficioso para nosotros.
Mi padre este verano estuvo ingresado en el hospital y él no aceptaba (y sigue sin aceptar) lo que le pasó. Esto le provoca un dolor profundo y no le permite estar bien, porque sufre. Se pregunta "¿por qué me ha pasado esto a mi?". Yo le intento explicar que vive en constante tensión y que está lleno de miedos, y que éso le pasó para que pudiera aprender a relajarse y a darse cuenta de lo vulnerable que es... Sí. Desde fuera todo es fácil.
Curiosamente, el sábado, leyendo mis propios artículos en este blog, me di cuenta de que mi sufrimiento venía de la NO aceptación de esta situación. Que seguía empeñaba en justificar la actuación de la otra persona. Seguía empeñaba en que el miedo no le hacía ver lo mucho que me amaba. Pero es que este discurso no me ayuda. Todo lo contrario. Me quita poder. Me hace pequeña. Me hace sufrir. Me genera frustración.
Además... aunque fuera miedo, ¿qué? ¿Por qué el miedo se debe eliminar? ¿Por qué no lo puedo aceptar? Yo tengo miedo a hacer paracaidismo y, por mucho que nadie me dijera lo feliz que iba a ser haciéndolo, no lo haría. Y deberían aceptar que el miedo me evite vivir una experiencia única. Ahora debo aceptar yo que el miedo (o lo que sea) le evite vivir una vida llena de amor.
Además... ¿por qué mi amor ha de ser bueno para ella? ¿Por qué me empeño en pensar que las dos juntas seríamos las personas más felices del universo? Quizás no sea así.
Ella ha decidido no seguir a mi lado. Ha decidido dejarme ir. Ha decidido eliminarme de su vida. Y debo aceptarlo y seguir hacia adelante. Sólo así podré encontrar a una persona que decida estar a mi lado, que apueste por mí y por nosotras, que sepa sorprenderme y amarme como deseo que me amen. Sólo así podré encontrar a la persona que desee recibir mi amor sin límites, que responda a mi intensidad, y que comparta conmigo esta locura del amor.
Ella no era esa persona y me empeñé en que lo fuera. Ella no quería serlo. Tengo que aceptarlo. Y tirar hacia adelante. Si quisiera serlo vendría a buscarme.
Ella me ha enseñado a saber lo que quiero. Me ha enseñado a ser fuerte, a ser independiente, a vivir sola, a no tener miedo de la soledad. Me ha enseñado a amarme, a ser más sociable, a estar orgullosa de mí. Ella me ha ayudado a ampliar mi círculo social. Me ha descubierto muchísimas cosas que desconocía. Me ha hecho crecer a todos los niveles, y por ello le estaré siempre agradecida.
Afirmo esto con total convicción pero, me conozco, y sé que a la mínima volverán a mí esos pensamientos recurrentes que tanto me torturan: "Sé que en el fondo me quiere, no entiendo porqué no vuelve a mí", "lo está pasando mal y me echa de menos, estoy convencida, tiene que darse cuenta de lo que siente y volver".
O seguro que, a la mínima, estaré buscando en internet artículos relacionados con los "twin flames / llamas gemelas" que tratan de dar explicación a este tipo de relaciones. Artículos que dicen que debo confiar en mi intuición, que las almas gemelas debemos evolucionar por separado antes de volver a reunirnos para vivir nuestra relación con la máxima plenitud, que debemos confiar en el "tiempo divino".
Pero lo importante en el fondo es que, sea o no cierto el tema de las almas gemelas, sea o no cierta mi intuición sobre su amor, lo único que puedo hacer para sanarme y seguir avanzando en mi camino es ACEPTAR la situación, ACEPTAR su rechazo y CONFIAR en el Universo. El tiempo me dará las respuestas. El tiempo hará que pueda compartir esas respuestas con vosotr@s.
La ACEPTACIÓN es la clave del crecimiento y del bienestar emocional. ACEPTAR, RENDIRSE Y CONFIAR. Nada más... y nada menos!
lunes, 18 de junio de 2018
miércoles, 6 de junio de 2018
Los trenes de la vida...
Decidir separarse de la persona a la que amas no es fácil. Mantener el silencio con ella durante semanas es altamente difícil. Si alguien ha pasado por ello, ya sabéis a qué me refiero. Pero a veces, no hay otra opción. No queda más remedio que mantener las distancias.
El silencio, la distancia y el contacto cero es la única manera de sanarse tras vivir una relación desequilibrada. Una relación donde la comunicación es complicada porque las dos personas hablan diferentes idiomas. Donde, por mucho que le expliques cómo te sientes, la otra persona no quiere ni puede escucharte. Donde, cuando tú tienes claros tus sentimientos, tienes claro lo maravillosa que sería vuestra vida en común y, por supuesto, que quieres tirar hacia adelante la relación, sentirte parte de la vida de la otra persona, y vivir el presente con intensidad; la otra persona tan sólo es capaz de empujarte, y se esfuerza por mantener una distancia para que no te acerques demasiado, pero tampoco te acabes de ir. En estos casos, irse es la única salida.
Quedarse, mantenerse en esa distancia que la otra persona marca, donde no recibes los abrazos que deberías, ni las atenciones que deberías, ni los besos que anhelas, ni el respeto que mereces, porque la otra persona no te los da para "mantenerte a raya", tan sólo provoca un dolor infinito que te aboca al abismo más profundo. Sí, ese dolor se diluye en cuanto ella vuelve a acercarse a ti pero, en el momento en que "ha dado demasiado" y vuelve a establecer esa distancia para que "no te hagas ilusiones", el dolor vuelve.
Esta situación te hace vivir en un puro estado de sufrimiento, de frustración, de incomprensión, de ira, de rabia, de tristeza, de ansiedad... Y acabas olvidándote de ti, teniendo en todo momento presente a la otra persona. Esperando a "que reaccione", que se de cuenta de lo bien que estáis cuando estáis bien, que se "deje de tonterías" y se lance a ti sin red... Pero pasan los meses, y todo sigue igual. Siguen los "no te quieros" y siguen sus esfuerzos por demostrarte que son ciertos. Y tú no entiendes nada, porque SABES que no es cierto. Tienes total certeza sobre ello, pero ya no puedes hacer nada para cambiar la situación.
Pasan los días e intentas ignorar "sus desprecios", sabiendo que son fuente de sus miedos, y de sus inseguridades. Pasas los días intentando quedarte tan sólo con los maravillosos momentos compartidos, con intentar hacer que cada encuentro sea único... Buscando nuevos planes para hacer juntas, maneras de seducirla, de conquistarla, de que se de cuenta de lo grande que es la relación que tenéis... Pero nada... Sí, los momentos compartidos, en su mayoría, son maravillosos... Aunque percibes el miedo en su mirada, a pesar de no querer verlo. Ves su predisposición a mantener la distancia y a no dejar que "pases la barrera".
Los pocos amigos a los que confías tu situación (ya que sabes que la mayoría no la entenderán) te dicen que intentes "pasar" más de la otra persona, que vayas "a la tuya", que hagas tu vida... Pero cuando estás totalmente enamorada y, por circunstancias externas, sólo puedes compartir algunos momentos con ella a la semana y dormir junto a ella 8 días al mes (como mucho), esperas esos días como agua de mayo y los marcas en el calendario con un arco-iris de colores. ¡Tienes 22 días al mes para ver a tu familia, amigos y demás! ¡Esos 8 son sin duda para tu amor! Al menos, así vivo yo el amor. No lo sé vivir de otra manera. Y tampoco quiero aprender.
Cuando, después de 2 años, ves que la otra persona sigue sin estar dispuesta a compartir más parte de su vida contigo, cuando sigue insistiendo en mantenerte a raya, cuando te sigue "despreciando" verbalmente y con según qué actos para alejarte, no te queda otra salida que darle la razón, rendirte y bajarte definitivamente de un tren en el que no te están dejando viajar con total comodidad, porque la mayor parte del tiempo sientes que no quiere que compartáis el mismo vagón e incluso que estás viajando pegada a la puerta de salida y en cualquier momento te empujarán para que salgas.
Sé que muchos vivimos situaciones similares. Hay relaciones que son fáciles, donde todo fluye sin más. Pero hay otras en las que hay dificultades. Sea por el motivo que sea. Y cuando eso pasa, tienes que preguntarte qué te hace o qué te hará sentir mejor: Si estar en una situación donde tienes más momentos de soledad, frustración y dolor que momentos de plenitud; o prescindir de esos momentos de máxima alegría y felicidad; para así mejorar tu calidad de vida a nivel general y ganar estabilidad emocional.
Por muy duro, difícil, devastador y rompedor que sea, os aseguro que escogeros a vosotr@s por encima de esa otra persona, o por encima de una relación que está estancada, es mucho más gratificante y empoderador. También os digo que debéis esperar a sentir que es el momento. Sentir que habéis hecho todo lo posible para que la otra persona reaccionara, que le habéis abierto vuestro corazón de par en par sin miedos y exponiéndole vuestros sentimientos con toda la honestidad posible, y que habéis vivido junto a la otra persona todo lo que os habéis permitido vivir hasta ese instante, disfrutando al máximo de esos momentos.
Cuando os sintáis preparados para ello, es el momento de preguntarle definitivamente si realmente quiere que bajéis de su tren "para siempre", de decirle que ya os ha empujado demasiado, y no podéis manteneros más ahí, a su merced, para que tan sólo os deje compartir vagón y viaje cuando le apetezca y, el resto del tiempo, os haga salir sin escrúpulos. Y, si no es capaz de deciros que no pero tampoco os quiere coger de la mano para compartir el viaje, si responde diciendo que quiere continuar así, lo mejor que podéis hacer es bajaros de ese tren.
Si alguien no nos escoge, debemos escogernos nosotros. Que la otra persona nos escoja o no pasado un tiempo, no dependerá ya de nosotros, sino de ella. Ya le hemos enseñado gran parte de lo que somos, ya le hemos abierto nuestro corazón. Ahora es su turno. No digo que les cerréis totalmente la puerta, simplemente que os bajéis del tren. Si ella realmente quiere que estéis en su vida, bajará a buscaros y os tenderá la mano. Si no, ya pasará otro tren... Pero en ese momento toca viajar un tiempo en solitario y sanar las heridas que ha provocado esa relación.
Una relación plena es aquella en la que las dos personas viajan en el mismo tren, en la misma dirección, hacia el mismo destino. Sí, a ratos pueden compartir vagón, a ratos pueden viajar en vagones diferentes, compartiendo momentos y vivencias con otras personas, pero sabiendo que las dos personas pertenecen al mismo vagón.
En una relación plena las dos personas se cuidan mútuamente. Hay complicidad, respeto y amor profundo. La una responde a las demandas emocionales de la otra, los sentimientos de cada una de ellas importan de igual manera. Hay intimidad, confianza, muestras de afecto, cariño y palabras bonitas... Abrazos, besos y gestos llenos de complicidad. Hay sexo. Hay ganas de estar juntas, y de compartir muchas vivencias y muchos momentos, tanto buenos como malos. Diálogo constante y honestidad. Hay pasión. Hay sorpresa. Hay AMOR. Son las mejores amigas y las mejores amantes.
Yo no quiero una relación que no sea así. Lo tengo más que claro. Por ese motivo, he descubierto que estoy mejor sola que con alguien que me hace sentir sola. Aunque haya perdido los pocos grandes momentos que compartíamos, he ganado muchos más pequeños momentos. He ganado paz y tranquilidad. Y, por encima de todo, la he perdido a ella, pero me he recuperado a mí.
Si lo que leéis os resuena. Si estáis viviendo una relación que os hace sentir más frustración que felicidad, daros tiempo pero planteaos que vosotr@s decidís cómo queréis vivir vuestra vida. Pensad qué queréis de una relación y si la otra persona no está dispuesta a daroslo, pensad que quizás lo mejor será dejarla ir.
No pasa nada por estar solo. Es todo un aprendizaje. Te haces fuerte, valiente, independiente. Te conoces. Aprendes lo que quieres y lo que no. Aprendes a cuidarte, a darte mimos, y a respetarte.
Ah! y sobre todo! Con este artículo para nada es mi intención "culpar" a la otra persona. La sigo amando por encima de todo. Ninguna de las dos es "culpable" de nada. Simplemente, nuestras prioridades o necesidades en este momento del camino no son las mismas.
Yo tengo claro que prefiero vivir en pareja (sea conviviendo físicamente o no) pero, también tengo claro que la persona que esté a mi lado ha de querer compartir conmigo una relación plena tal y como yo la entiendo. No me conformaré con menos. Ya no.
También tengo claro que confío en el universo, en el tiempo divino... y que esa persona, sea la que ahora mismo me gustaría que fuera, o sea otra, llegará a mi vida. Porque si deseamos alguna cosa tanto, con tanta ánsia y seguridad de que eso existe, es porque eso es para nosotros. Sin duda alguna. Así que CONFÍO PLENAMENTE y, mientras llega, intentaré disfrutar y aprender del camino.
El silencio, la distancia y el contacto cero es la única manera de sanarse tras vivir una relación desequilibrada. Una relación donde la comunicación es complicada porque las dos personas hablan diferentes idiomas. Donde, por mucho que le expliques cómo te sientes, la otra persona no quiere ni puede escucharte. Donde, cuando tú tienes claros tus sentimientos, tienes claro lo maravillosa que sería vuestra vida en común y, por supuesto, que quieres tirar hacia adelante la relación, sentirte parte de la vida de la otra persona, y vivir el presente con intensidad; la otra persona tan sólo es capaz de empujarte, y se esfuerza por mantener una distancia para que no te acerques demasiado, pero tampoco te acabes de ir. En estos casos, irse es la única salida.
Quedarse, mantenerse en esa distancia que la otra persona marca, donde no recibes los abrazos que deberías, ni las atenciones que deberías, ni los besos que anhelas, ni el respeto que mereces, porque la otra persona no te los da para "mantenerte a raya", tan sólo provoca un dolor infinito que te aboca al abismo más profundo. Sí, ese dolor se diluye en cuanto ella vuelve a acercarse a ti pero, en el momento en que "ha dado demasiado" y vuelve a establecer esa distancia para que "no te hagas ilusiones", el dolor vuelve.
Esta situación te hace vivir en un puro estado de sufrimiento, de frustración, de incomprensión, de ira, de rabia, de tristeza, de ansiedad... Y acabas olvidándote de ti, teniendo en todo momento presente a la otra persona. Esperando a "que reaccione", que se de cuenta de lo bien que estáis cuando estáis bien, que se "deje de tonterías" y se lance a ti sin red... Pero pasan los meses, y todo sigue igual. Siguen los "no te quieros" y siguen sus esfuerzos por demostrarte que son ciertos. Y tú no entiendes nada, porque SABES que no es cierto. Tienes total certeza sobre ello, pero ya no puedes hacer nada para cambiar la situación.
Pasan los días e intentas ignorar "sus desprecios", sabiendo que son fuente de sus miedos, y de sus inseguridades. Pasas los días intentando quedarte tan sólo con los maravillosos momentos compartidos, con intentar hacer que cada encuentro sea único... Buscando nuevos planes para hacer juntas, maneras de seducirla, de conquistarla, de que se de cuenta de lo grande que es la relación que tenéis... Pero nada... Sí, los momentos compartidos, en su mayoría, son maravillosos... Aunque percibes el miedo en su mirada, a pesar de no querer verlo. Ves su predisposición a mantener la distancia y a no dejar que "pases la barrera".
Los pocos amigos a los que confías tu situación (ya que sabes que la mayoría no la entenderán) te dicen que intentes "pasar" más de la otra persona, que vayas "a la tuya", que hagas tu vida... Pero cuando estás totalmente enamorada y, por circunstancias externas, sólo puedes compartir algunos momentos con ella a la semana y dormir junto a ella 8 días al mes (como mucho), esperas esos días como agua de mayo y los marcas en el calendario con un arco-iris de colores. ¡Tienes 22 días al mes para ver a tu familia, amigos y demás! ¡Esos 8 son sin duda para tu amor! Al menos, así vivo yo el amor. No lo sé vivir de otra manera. Y tampoco quiero aprender.
Cuando, después de 2 años, ves que la otra persona sigue sin estar dispuesta a compartir más parte de su vida contigo, cuando sigue insistiendo en mantenerte a raya, cuando te sigue "despreciando" verbalmente y con según qué actos para alejarte, no te queda otra salida que darle la razón, rendirte y bajarte definitivamente de un tren en el que no te están dejando viajar con total comodidad, porque la mayor parte del tiempo sientes que no quiere que compartáis el mismo vagón e incluso que estás viajando pegada a la puerta de salida y en cualquier momento te empujarán para que salgas.
Sé que muchos vivimos situaciones similares. Hay relaciones que son fáciles, donde todo fluye sin más. Pero hay otras en las que hay dificultades. Sea por el motivo que sea. Y cuando eso pasa, tienes que preguntarte qué te hace o qué te hará sentir mejor: Si estar en una situación donde tienes más momentos de soledad, frustración y dolor que momentos de plenitud; o prescindir de esos momentos de máxima alegría y felicidad; para así mejorar tu calidad de vida a nivel general y ganar estabilidad emocional.
Por muy duro, difícil, devastador y rompedor que sea, os aseguro que escogeros a vosotr@s por encima de esa otra persona, o por encima de una relación que está estancada, es mucho más gratificante y empoderador. También os digo que debéis esperar a sentir que es el momento. Sentir que habéis hecho todo lo posible para que la otra persona reaccionara, que le habéis abierto vuestro corazón de par en par sin miedos y exponiéndole vuestros sentimientos con toda la honestidad posible, y que habéis vivido junto a la otra persona todo lo que os habéis permitido vivir hasta ese instante, disfrutando al máximo de esos momentos.
Cuando os sintáis preparados para ello, es el momento de preguntarle definitivamente si realmente quiere que bajéis de su tren "para siempre", de decirle que ya os ha empujado demasiado, y no podéis manteneros más ahí, a su merced, para que tan sólo os deje compartir vagón y viaje cuando le apetezca y, el resto del tiempo, os haga salir sin escrúpulos. Y, si no es capaz de deciros que no pero tampoco os quiere coger de la mano para compartir el viaje, si responde diciendo que quiere continuar así, lo mejor que podéis hacer es bajaros de ese tren.
Si alguien no nos escoge, debemos escogernos nosotros. Que la otra persona nos escoja o no pasado un tiempo, no dependerá ya de nosotros, sino de ella. Ya le hemos enseñado gran parte de lo que somos, ya le hemos abierto nuestro corazón. Ahora es su turno. No digo que les cerréis totalmente la puerta, simplemente que os bajéis del tren. Si ella realmente quiere que estéis en su vida, bajará a buscaros y os tenderá la mano. Si no, ya pasará otro tren... Pero en ese momento toca viajar un tiempo en solitario y sanar las heridas que ha provocado esa relación.
Una relación plena es aquella en la que las dos personas viajan en el mismo tren, en la misma dirección, hacia el mismo destino. Sí, a ratos pueden compartir vagón, a ratos pueden viajar en vagones diferentes, compartiendo momentos y vivencias con otras personas, pero sabiendo que las dos personas pertenecen al mismo vagón.
En una relación plena las dos personas se cuidan mútuamente. Hay complicidad, respeto y amor profundo. La una responde a las demandas emocionales de la otra, los sentimientos de cada una de ellas importan de igual manera. Hay intimidad, confianza, muestras de afecto, cariño y palabras bonitas... Abrazos, besos y gestos llenos de complicidad. Hay sexo. Hay ganas de estar juntas, y de compartir muchas vivencias y muchos momentos, tanto buenos como malos. Diálogo constante y honestidad. Hay pasión. Hay sorpresa. Hay AMOR. Son las mejores amigas y las mejores amantes.
Yo no quiero una relación que no sea así. Lo tengo más que claro. Por ese motivo, he descubierto que estoy mejor sola que con alguien que me hace sentir sola. Aunque haya perdido los pocos grandes momentos que compartíamos, he ganado muchos más pequeños momentos. He ganado paz y tranquilidad. Y, por encima de todo, la he perdido a ella, pero me he recuperado a mí.
Si lo que leéis os resuena. Si estáis viviendo una relación que os hace sentir más frustración que felicidad, daros tiempo pero planteaos que vosotr@s decidís cómo queréis vivir vuestra vida. Pensad qué queréis de una relación y si la otra persona no está dispuesta a daroslo, pensad que quizás lo mejor será dejarla ir.
No pasa nada por estar solo. Es todo un aprendizaje. Te haces fuerte, valiente, independiente. Te conoces. Aprendes lo que quieres y lo que no. Aprendes a cuidarte, a darte mimos, y a respetarte.
Ah! y sobre todo! Con este artículo para nada es mi intención "culpar" a la otra persona. La sigo amando por encima de todo. Ninguna de las dos es "culpable" de nada. Simplemente, nuestras prioridades o necesidades en este momento del camino no son las mismas.
Yo tengo claro que prefiero vivir en pareja (sea conviviendo físicamente o no) pero, también tengo claro que la persona que esté a mi lado ha de querer compartir conmigo una relación plena tal y como yo la entiendo. No me conformaré con menos. Ya no.
También tengo claro que confío en el universo, en el tiempo divino... y que esa persona, sea la que ahora mismo me gustaría que fuera, o sea otra, llegará a mi vida. Porque si deseamos alguna cosa tanto, con tanta ánsia y seguridad de que eso existe, es porque eso es para nosotros. Sin duda alguna. Así que CONFÍO PLENAMENTE y, mientras llega, intentaré disfrutar y aprender del camino.
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